martes, 29 de junio de 2010

hay rumores nuevos en la biblioteca


Hace tiempo que estoy trabajando en un libro, una guía de audición de la música antigua, atendiendo a ciertos temas que me parecen fundamentales para la comprensión del género: la relación de la música con el entorno visual del momento en que fue escrita, la exigencia de usar instrumentos y técnicas de época, la necesidad (o no) de recurrir a partituras facsimilares, etc.

Es un proyecto muy querido, que me está llevando un buen tiempo, pero que también me ofrece grandes satisfacciones, al permitirme reflexionar sobre temas que me resultan cotidianos y que día a día voy redescubriendo y puliendo, destapando nuevas aristas que por años me habían pasado desapercibidas.

Junto a la cantidad de páginas escritas crece la ansiedad por dar a conocer el trabajo (¡mis amigos me escuchan hablar del tema todo el tiempo!), por lo que hoy transcribo aquí un par de párrafos de uno de los capítulos iniciales, que habla sobre lo moderno de escuchar música antigua. Aquí se los dejo. Bienvenidos sus comentarios, sugerencias e ideas..

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La música antigua ya forma parte de nuestro entorno musical, de los que dedicamos nuestra vida a entenderla, descifrarla y comunicarla, de aquellos que la disfrutan desde abajo del escenario, e incluso de los que no le encuentran sentido.

El gran inconveniente es que podemos intentar reconstruír en gran parte al intérprete de época, pero no al público de época. Podríamos elegir, de ahora en más, escuchar solamente obras de los siglos X al XVIII, pero nuestra experiencia auditiva pasó alguna vez por los románticos, los posrománticos, las vanguardias de todo tipo, jazz, folklore, rock and roll, cumbia, la ridículamente llamada músicamelódica (¡como si la mayoría de los estilos musicales no tuvieran melodía!) y hasta los cantos de las hinchadas de las canchas de fútbol. Pero además tenemos otros tiempos, otras lecturas, otras imágenes en mente, y sobre todo, otra manera de vivir la sociedad, que también es distinta. A veces quisiéramos un mundo sonoro a la antigua, pero sin perder por ello ninguna prerrogativa de la actualidad. Tenemos entonces que hacer vivir el arte de otra época pero haciéndolo coexistir con las nececidades, usos y gustos de la nuestra. Surgen entonces atractivos géneros híbridos, propios de nuestro tiempo: recitales de danzas antiguas con coreografías contemporáneas, fusión de estilos preclásicos con manifestaciones de otras extracciones, atractivos videoclips de música antigua (donde el sonido intenta respetar las normas interpretativas del pasado en combinación con los códigos visuales de avanzada); y por supuesto, nuevos emplazamientos de la escucha: conciertos barrocos en la ruta a través del equipo de audio de un automóvil, canto gregoriano en la ciudad, saliendo de auriculares alimentados por un reproductor personal portátil propiedad de un corredor de bolsa, Vivaldi en la sala de espera del dentista o un aria de ópera de principios del XVIII a todo volumen como parte de la banda sonora de una película.

Es que nos atrae tanto este tipo de música, justamente, porque somos dignos hijos de nuestro tiempo.

2 comentarios:

  1. Muy buena la idea de imposibilidad de recreación del público "antiguo". Es verdad que una cosa es escuchar a Monteverdi en 1630 y otra ahora después de conocer a Mozart o Verdi por ejemplo.
    Pero tal vez la idea de una linealidad de la historia del arte sea una falacia y si bien nuestro conocimiento es mucho más extenso y amplio no necesariamente sea una limitación. No lo es, para mí por ejemplo, conocer a Hendrix me ayuda a entender a Biber por ejemplo.
    A lo mejor la linealidad ha sido un "corset" que nos lleva a pensar siempre todo retrospectivamente. Entonces tenemos a Karajan dirigiendo a Bach con 200 músicos o a cantantes que cantan Cavalli con una impostación vocal apropiada para Puccini.
    Todo eso por suerte, se va de a poco dejando de lado.
    Pero nuestro amplio espectro debiera ayudarnos a entender más lo antiguo. Tomar del jazz la posibilidad extrema de la improvisación, algo que muy pocos hacen. Tomar del rock la cohesión rítmica y el virtuosismo solista. Tomar del folclore la manera de cantar de mucha musica de los siglos XVI al XVIII.
    En suma, me parece que es más una espiral, fractálica si querés, que una línea. De esa forma hay lugares distantes en el tiempo que sin embargo desde lo musical están muy cerca.

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  2. Hola Julian! Se te extrañaba por estos lares...

    ¿Viste? la idea del PÚBLICO DE ÉPOCA es interesante (espero que no me la roben tan rápido, o que citen la fuente al menos! jajajaa).

    La línea puede ser una falacia, quizás (no me he puesto a pensarlo seriamente), pero si es una espiral... finalmente es una línea.

    Por otra parte... ¿QUIÉN DIJO QUE LA LÍNEA ERA RECTA?, en fin un tema inmenso para el poco tiempo que tengo ahora.

    Me alegra que un fragmento tan escueto de mi libro pueda mover a reflexiones, me alienta a saber que el resto lo hará de diversas y múltiples maneras.

    un abrazo

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