sábado, 2 de octubre de 2010

Zubin Mehta y la Filarmónica de Munich en Buenos Aires


Todos para uno
La Filarmónica de Munich dirigida por Mehta, anoche en el Colón

Orquesta Filarmónica de Munich
Zubin Mehta, director
Mayuko Kamio, violín solista
Programa: Obertura de “La forza del destino” (Giuseppe Verdi), Concierto No 1
para Violín y Orquesta (Max Bruch) y Sinfonía No 1 “Titán” (Gustav Mahler)
Abono bicentenario, última función
Teatro Colón / Viernes 1 de octubre

El Teatro Colón cerró el viernes el Abono Bicentenario, con la Orquesta Filarmónica de Munich bajo la batuta de Zubin Mehta, quizás el más exitoso capítulo de esta temporada reinaugural. Fueron seis conciertos memorables que nos acercaron también a figuras fundamentales del panorama internacional: Yo-Yo Ma & Kathryn Stott, András Schiff, Karin Lechner & Sergio Tiempo y Daniel Barenboim frente a las orquestas del Diván Oriental Occidental y del Teatro Alla Scala de Milán.

La mediática puesta en valor del teatro hace que en cualquier función haya una concurrencia masiva y variopinta. Hay muchos turistas, están quienes tienen interés sólo en la foto-trofeo que atestigua que estuvieron ahí, pero también van los que tienen un verdadero interés artístico y estético. Este surtido crea un clima complicado en el momento de comenzar los conciertos, mientras bajan las luces, la gente se mueve o no para de toser. Exactamente eso ocurrió el viernes mientras la orquesta tocaba los tres golpes fatídicos con que comienza “La forza del destino” de Verdi; sin embargo el sonido homogeneo, y la calidad tímbrica de una orquesta con verdadera identidad acústica hicieron que en instantes el público disfrutara inmóvil con cada instante musical ofrecido. Llamó la atención la calidad de los bronces, para quienes hay en esta obra un coral imponente, y el cierre fue una acabada demostración de precisión y exactitud germana.

Tras semejante exordio apareció en escena la joven japonesa Mayuko Kamio, para tocar la parte solista del primero de los conciertos para violín y orquesta de Max Bruch. Su rol es obviamente expuesto y complicado, sin embargo es difícil decir si fue más virtuosa ella o el conjunto, preferimos aseverar que el gran arte estuvo en todos al mismo tiempo, al hacer aparecer la música con total naturalidad y fluidez. Lo magnífico es manejo sonoro, cómo Kamio puede fundirse con la orquesta y pasar aparentemente desapercibida aún siendo indispensable, para surgir en un instante y lucir sus dotes de gran violinista. Todos los movimientos se sucedieron sin solución de continuidad, deteniendo el tiempo en un instante sutilísimo en el que pasó el concierto casi sin que nos diéramos cuenta.

En la segunda parte se escuchó la sinfonía No 1 de Mahler, en su versión completa. Este fue, sin duda, el segmento más intenso del concierto. El sonido pareció surgir de la nada, pero con vida propia. Cuando la partitura requiere mayor intensidad la orquesta respondió con vehemencia y pasión, pero jamás con gritos, y fue tal la precisión que dejaba atónito a cualquiera. Cada bloque tímbrico es autónomo y parejo: maderas, metales, cuerdas y percusión, sin embargo la fusión suena natural, sin individualidades, excepto la de la singular presencia del conjunto.

El director, admirado artífice del milagro, que fuera recibido sin mayor muestra de euforia fue despedido con efervescencia por un público enfervorizado. Aplausos para la orquesta, solista y director. Ovación para el Colón que ofreció este ciclo memorable como su sala: brillante, aureo.

viernes, 1 de octubre de 2010

Loquebantur variis linguis (parte 16 del relato del camino)

Vuelvo a postear uno de los relatos del Camino de Santiago. El de hoy lo escribí el 1 de junio del año pasado desde el pueblo de Arzúa, en Galicia, muy cerca de Compostela. Es emocionante volver a leerlo, y me encanta poder compartirlo. Si quieren leer el resto de los posts con el mismo tema, vayan a la columna de la derecha, y hagan click en donde dice "Camino de Santiago", aparecerán entonces todos los textos sobre el tema. Que lo disfruten.


¡Hola chavalotes!

Y así, casi sin darme cuenta (o en realidad con una especie de mega realismo), voy llegando al final del camino. Hoy, lunes, hemos llegado a Arzua, y nos quedan sólo 38 km a Santiago. En dos días, con total calma (sólo unos 20 km por día) habremos llegado a la tumba jacobea. La verdad es que ni yo, que he vivido en carne propia (y en pies propios) la aventurita, lo puedo creer.

Hay mucho peregrino nuevo, pero también hay mucho peregrino que ha coincidido conmigo durante el mes, o partes del mes. Nos reconocemos, nos saludamos por la calle o el camino, y también tenemos datos sobre los demás. El camino de Santiago es como un reality sacro-profano en el que un grupo de gente convive hasta en lo más mínimo e íntimo, y como buena comunidad humana, los chismes corren, las apreciaciones se vierten y las ideas se comparten.

"¡Mira!, ¿aquella no es la española que iba ayer con el de camiseta roja?"
"esa es la alemana que el otro día tenía problemas con la mochila y que la ayudó la francesa"
"la alemana de la cofia se ha hecho amiga de una canadiense y ahora van juntas!"
"ese es el japonés del que te hablaba, el que está aprendiendo castellano y viene al camino a practicar"

Como Gran Hermano, donde todos somos participantes, y todos queremos, o pretendemos ser el Gran Hermano.



También de mí se habla, los chismes corren en todas direcciones. Es que soy EL argentino (bueno, ahora somos dos, desde que vino Santiago, pero hasta ahora era EL argentino y EL latinoamericano), algunos me han visto pintando (entonces
creen que soy pintor), otros me han visto con alemanes, entonces en algún momento creyeron que era alemán, otros me escucharon tocar la flauta y saben que soy EL músico, etc.

Una de las cosas más simpáticas fue el otro día ver a dos francesas que me reconocían y una le decía a la otra: "Regarde!, c'est le petit monsieur qui marche vite!" (no es buenísimo? jajajaa).

Y es así que, según la idea que puedo sacar del mail que me envió ayer Gerardo S., el camino pasó de ser Babel, a ser Pentecostés. Y sin bien no tenemos el don de lenguas, tenemos el "idioma de peregrinos", que no siempre es verbal. Una mirada de complicidad o apoyo en ciertas situaciones, un gesto para decir que alguien tiene tendinitis, problemas de rodilla o ampollas, un saludo de "¡buen camino!" a otro peregrino que pasa, parecen suficientes para poder ir mucho más allá de la nimiedad aparente de esas frases. Muchos peregrinos no hablan más que su idioma, sin embargo, todos se van comunicando con todos (con mayor o menor fuidez).

Se agolpan algunos sentimientos ante la inminencia del arribo. Algunos de ustedes me sugieren que voy a llorar al llegar a Santiago, y la verdad es que NO TENGO NINGUNA DUDA, como que tampoco tengo ningún empacho en compartirlo. Lloraré de Gozo, idea que encontré en Pascal por primera vez en el verano del 89, y que aquella vez me pareció ridícula, pero que hoy me resulta encantadora. Lloraré de alegría al descubrir que estoy vivo y aún más vivo, y al descubrir que no voy a ningún lado más que a un encuentro más rico y fructífero conmigo mismo.

Os contaré, muchachada.

Un abrazo de esperanza

Ramiro

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